Tuesday, March 20, 2007

SE CUENTA


nos cuenta ..

Que en el siglo pasado,
un turista americano fue a
la ciudad del Cairo - Egipto
con la finalidad de visitar a
un famoso sabio.
El turista se sorprendió al ver
que el sabio vivía en un cuartito
muy simple y lleno de libros.
Las únicas piezas del mobiliario eran
una cama, una mesa y un banco.
?Donde están sus muebles preguntó el turista?
Y el sabio rapidamente también preguntó
? y donde están los suyos ?
Los mios - se sorprendió el turista.
!Pero sí yo solamente estoy aquí de paso,
Yo tambien concluyó el sabio.
La vida en la tierra es solamente temporal...
Sin embargo algunos viven como
sí fueran a quedarse aquí y se olvidan
de ser felices.
"El valor de las cosas no está en el tiempo que duran,
sino en la intensidad que suceden.
Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables
y personas incomparables "
Puedes ser feliz hoy Martes 10 abril, de 2007
Y vivir cada dia. " ES TU DECISIÓN ".

( es un consejo, que nos mandó, Veremundo)

DESDE ALASKA CON AMOR

DESDE ALASKA CON AMOR 20 de Enero de 2002

Cariño te escribo esta carta, una carta de amor, desde Alaska, para decirte lo que te quiero y como te recuerdo y te hecho de menos en este lejano lugar.Te escribo ya que no puedo hablar por teléfono contigo, Sospecho que va a ser la única forma de hacerte llegar mis palabras de cariño y mis impresiones de este viaje y del accidente que acabamos de tener, ya que el teléfono móvil quedó machacado en el golpe. Y quiero que esta carta sea una carta recordando nuestro amor que leeremos con cariño cuando todo esto pase.

Recuerdas cuando nos conocimos. Después de cuatro días de hablarnos guardando las distancias, una tarde dimos un paseo por la ciudad universitaria y nos sentamos en un banco próximo al monumento ese del que va a caballo y recoge la antorcha de un hombre exhausto y tendido en el suelo. ¡Que calor en Julio! Un sol abrasador y demoledor, ¡así estaba de agotado el hombre ese del monumento de la antorcha!.
Yo tenia muchas ganas de sentirte un poco mas cerca, de tocarte por primera vez, de sentir el contacto de tu mano, pero no me atrevía a adelantar mi mano hacía la tuya por temor a tu rechazo. Mi timidez y la inseguridad de mis 20 años me lo impedían. Así éramos los jóvenes de los sesenta.
Nos sentamos en un banco en silencio. Habíamos hablado de cosas triviales y puse mi mano sobre tu carpeta. Tu estabas inmóvil, mirabas a la estatua, no sabía cómo empezar...-¿me permites tocar tu mano?- no ¡como voy a decir eso!- Entonces me miraste mirar mi mano y nuestras miradas confluyeron como laser atrayente. A continuación posaste con suavidad tu mano sobre la mía. Tuve un leve estremecimiento que tú apreciaste. ¡Que ternura la de tu mano! ¡Que sensación tan nueva y tan maravillosa! ¡Que placer sentir por primera vez el contacto de tu mano! ¡Que placer!... En ese preciso momento comprendí que correspondías a mi cariño y que seguramente íbamos a vivir juntos. Hoy y ahora al recordarlo aun me emociono y no puedo evitar unas lágrimas.

Como sabes vine a Alaska a supervisar la reparación del escape de este maldito oleoducto que ha contaminado con más de 285.000 barriles de crudo el río. Esta mañana salimos de Fairbanks con el Land Rover Carlos y yo recorrimos 230 millas hacia el norte por la Dalton Highway, cruzamos los 600 metros del caudaloso río Yukon, para atravesar a continuación el Circulo Polar Ártico hasta llegar al río Koyukuk, lugar donde han terminado la reparación de la grieta y el escape de petróleo del oleoducto. Nuestro destino. Nos metimos al interior del tubo de 1,2 metros de diámetro con nuestros comprobadores de ultrasonidos.
Después de nuestra satisfactoria inspección y de firmar los documentos de conformidad con la reparación, comimos un pollo frito “Kentucky” que llevábamos en el coche y tomamos el camino de regreso. Comenzó a nevar y los copos, con tan baja temperatura, cristalizan instantáneamente en estrellitas, al posarse en el parabrisas. Carlos tomó una curva demasiado rápida y nos salimos de la carretera. Caímos monte abajo dando cuatro vueltas de campana y botando sobre las rocas, hasta que un enorme árbol nos paró.
Después del accidente no sé cuanto tiempo he estado inconsciente. He visto a 10 metros a Carlos con la cabeza destrozada, muerto. Lo último que recordaba era verlo salir despedido a través del parabrisas. No llevaba el cinturón. Le he tapado.

Fue una historia sin palabras aquel día de la mano. Me mirabas…y yo a ti… ¡como no!...nos mirábamos intensamente, tanto que nos perdíamos allá en el fondo de nuestros ojos. El cielo se tornaba más y más brillante y nos fundía con su calor… pero no lo sentíamos…Estábamos viviendo los primeros preciosos minutos de nuestro amor… ¡de un amor que acabábamos de descubrir!...y seguíamos mirándonos y transmitiéndonos en esa interminable mirada nuestro cariño sin palabras. La gente que pasaba no nos comprendía, nos miraban sorprendidos, no comprendían porque estábamos tanto tiempo inmóviles, con nuestras manos cogidas y mirándonos fijamente. Pero nosotros ni los veíamos. Terminamos acercando lentamente nuestros rostros, obedeciendo a simultáneo resorte, como tentetiesos imantados y sellamos con un beso nuestro amor. Fue una tarde feliz e inolvidable.

Conseguí salir del coche arrastrando las piernas, una rota y la otra retorcida a través del parabrisas roto, tengo tres cortes en la cara, uno es profundo porque no deja de sangrar y un golpe en el hombro izquierdo que me duele mucho. El coche quedo retorcido, todo chatarra.
Hemos quedado casi al fondo del barranco a unos 400 metros de la carretera que no puedo ver. He intentado arrastrarme hacia la carretera para pedir ayuda pero no puedo hacer ninguna fuerza con las piernas ni con el brazo izquierdo y el derecho no puede con mis 95 kilos.
Voy a hacer un fuego que pueda verse a distancia y llamar la atención de alguien que pase por la carretera. Creo que es el único medio a mi alcance para revelar nuestra situación y al tiempo me vendrá bien para calentarme. Pero no tengo cerillas ni mechero. He conseguido desmontar la batería y con trozos de cable haciendo chispas he conseguido hacer un fuego quemando los papeles que pude recuperar.
El tiempo se me hace largo. Me gustaría dejar de pensar y que dejaran de pasarme las ideas por la cabeza. Así descansaría y estaría tranquilo. Pero no…no descansa mi mente…y me llegan recuerdos…imágenes del pasado que me hacen revivir intensamente.
Será tu último viaje de trabajo antes de jubilarte - me dijiste al salir- pues cumples años el 31 de Enero, pero tengo miedo cada vez que viajas y esta vez tan lejos y con este frío invierno.
La semana pasada ya hacíamos en casa nuestros proyectos de viajes para la jubilación. Ahora que ya nuestros hijos son mayores y no precisan de nuestros cuidados directos podemos dedicarnos a viajar a lugares que siempre hemos deseado conocer juntos. Iremos a Venecia, Florencia, Roma, Nápoles. También visitaremos Egipto, Tierra Santa y Grecia y Perú y Méjico y tantos otros sitios que nos gustaría visitar.

Comienzo a sentir frío y el dolor del hombro se intensifica. Con unas ramas y un cable he improvisado un torniquete a la pierna y parece que sangra menos. El tobillo izquierdo debe estar roto también porque el pie duele y se va donde no quiero. Se me apaga el fuego de vez en cuando, porque las ramas están mojadas y les cuesta mucho arder. No encuentro nada seco y combustible salvo los pocos papeles que me quedan. La ventaja es que hace mucho humo y será visible a distancia. Es la esperanza que tengo. ¡Que alguien me vea!. ¡Que me estoy enfriando!. ¡Será posible que nadie vea el humo! ¡Es que me van a dejar desangrarme en este país tan avanzado! ¿Dónde esta el súper-desarrollo?.

Sigue nevando copiosamente, El paisaje es todo blanco con los árboles cargados de nieve y los churretes de hielo colgando de sus ramas como estalactitas es precioso te gustaría este fantástico paisaje y a mi me gustaría disfrutarlo contigo. Pero ahora esta nieve y este frío son mi desgracia y puede suponer mi fin si no acude alguien pronto.

¡Que frío tengo! Creo que empiezo a congelarme. Me arrimo al cuerpo de Carlos para aprovechar su calor residual, que ya va siendo poco. He conseguido encender el fuego por última vez, ya se ha agotado la batería. La próxima vez que se apague no tendré posibilidad de encender fuego, nunca pensé que envidiaría a los fumadores, pero ahora si que aprecio lo que vale llevar un mechero. Carlos tampoco era fumador.
Sigo con mis recuerdos. Me llegan cosas sin parar a la memoria sin que yo las llame. Y algunas con tanta fuerza, tan vivas que me hacen daño. ¿Será por la certeza de que ya no se pueden repetir?

En estos momentos en los que veo pasar vertiginosamente toda mi vida quiero transmitirte mi agradecimiento por haber sido mi fiel compañera durante tantos años. Gracias por todos esos momentos de felicidad que hemos compartido. Por esos tres hijos, las dos niñas, ya de 26 y 24 años que se irán de casa pronto porque están pensando en casarse y del pequeño Raúl que termina este año estudios de periodismo y ya tiene novia. ¡Cuantas satisfacciones nos han dado nuestros hijos! y también cuantos disgustos.
Gracias por esa dedicación sin límites que has tenido conmigo y con la familia y ese insuperable cariño que siempre has puesto en nuestras cosas hasta en los mínimos detalles que en tu mano resultaban tan importantes.
De una rama se ha desprendido un montón de nieve que me ha apagado el fuego. Se apaga y con el mis esperanzas de que alguien me descubra. Mi esperanza de sobrevivir. No he sentido pasar ningún coche en las casi dos horas que estoy aquí. ¡Es que no hay coches en Alaska!. Esta carretera solo va al norte a Deadhorse y otros pueblos de pocos habitantes.
Cada minuto me parece media hora y siento más y más frío. Solo tengo los ojos y la nariz expuestos al aire. Tengo las cejas heladas y la nariz y los dedos de los pies ya no los siento. Como desearía que el cielo se abriera y que un sol brillante con su inmensa fuerza radiante fundiera toda esta nieve y me calentara la cabeza como aquellos días de verano en la Ciudad Universitaria, como el día que nuestras manos se encontraron, en el monumento a la antorcha. He sentido el ruido de dos coches, pero no han parado.

Ya me temo que los viajes los tendrás que hacer sin mi. Pero ya me contaras como te lo pasas y con quien. ¡Que no quiero perdérmelo!… El viento aúlla tristemente pero no le presto atención. Te envío con esta carta el poema que escribí ayer en el Hotel, recordándote en la noche.
Creo que esto se acaba… aunque mi mente quiere seguir contigo… con vosotros. Dales un beso a los hijos, un beso de su padre. Veo tu rostro y te imagino cerca, aquí a mi lado… Ya siento como tu cuerpo me da calor y apoyo con suavidad mi cabeza en tu regazo….

PD.- El día siguiente una patrulla de policía descubrió dos montones de nieve al pie del único árbol al fondo del barranco. Dos montones que rompían la monotonía del paisaje y que el día anterior no estaban. Bajo el montón más grande encontraron un Land Rober destrozado. Bajo el mas pequeño estaban los cuerpos de dos hombres congelados, uno tendido y otro sentado con un papel escrito que comenzaba por “Carta para Pilar González, Calle Miguel Hernández 27; S. Sebastián de los Reyes (Madrid) - Spain”. Los policías enviaron a Pilar esta carta con una triste noticia. ( las preciosas fotografías, eran imposibles de imprimir. Gracias Jesus por un relato precioso. )

Saturday, March 10, 2007

LA MALETA



LA BENDITA POSGUERRA

¿Cuánto pesaría aquella maleta? ¿Cuarenta? ¿Cincuenta kilos?
¿Qué edad tenía yo?
Eso lo sé seguro: catorce años.
Y había otros tres datos ciertos. Primero: que yo, en aquel mes de agosto, estaba hambriento desde que había terminado la guerra en abril. Segundo: que aquella maleta que yo difícilmente conseguía levantar del suelo había pasado varios días en el pueblo de mi cuñado. Y tercero y principal: que mi cuñado había abarrotado la maleta de garbanzos, judías, hogazas, perniles de cerdo, embutidos, harina y... ¿Para qué seguir? ¿Había quedado algo en el sobrado donde mi cuñado guardaba la cosecha y la matanza de todo el año?
Entre mi cuñado y yo habíamos metido la maleta en el tren. Y con la debida astucia yo había logrado arrastrar la maleta hasta debajo de un asiento para no dejarla a la vista de la pareja de la guardia civil.
Cuando el tren se detuvo en la estación de Príncipe Pío, aproveché el tumultuoso ajetreo de mis compañeros de viaje para transportar la maleta sin que nadie me viera derrengarme bajo su peso; la arrastré a duras penas hasta el andén y me dirigí a la salida.
Y aquí estaba el segundo problema: para salir de la estación había que pasar por una especie de fielato formado por una barrera de celosos funcionarios que sopesaban las maletas para comprobar si la carga correspondía a la declaración tópica - Sólo llevo un traje y unas mudas - o si había gato encerrado.
La última maniobra la tenía bien estudiada; la había practicado con éxito en mis viajes anteriores. En esta ocasión me pareció que iba a tener mayores dificultades porque la dichosa maleta era lo que se dice un muerto.
Me restregué las manos una con otra para activar la circulación de la sangre y me dije: Vamos allá.
No había perdido el optimismo. El contenido de maletas como aquella nos había permitido a toda la familia mantenernos en buena forma física durante todo el tiempo que llevábamos de posguerra; y para que también el espíritu se sintiera en la Gloria bastaba contemplar la maleta abierta cuando mostraba sus tesoros en la cocina.
En ocasiones como aquella echaba de menos la fuerza de mi hermano, que hubiera transportado la maleta sin excesiva dificultad, pero ahí estaba el peligro, precisamente. A mi favor jugaba mi corta edad. ¿Quién podría sospechar que el fantástico tesoro encerrado en la maleta había sido confiado a un mozo imberbe? ¿Quién podría confundir con un estraperlista a un chaval de aspecto delicado?
Ahora estaba frente a aquel muro de empleados que tanteaban el peso de las maletas para conjeturar su contenido. Estaban colocados formando una barrera casi continua, de modo que entre cada dos hombres la separación era de escasamente un metro. Pasar inadvertido era totalmente imposible.
- Ropa interior y un par de libros - dije poniendo cara de tonto.
Al mismo tiempo concentré toda mi energía en el bíceps de mi brazo derecho y traspasé al bíceps el peso de la maleta, desafiando las leyes de la gravedad. El funcionario puso la mano debajo de la maleta, apreció un peso de seis o siete kilos y aceptó mentalmente que, en efecto, se trataba de ropa interior y un par de libros; quizá hubiera además un cepillo de dientes, pero nadie hacía estraperlo con cepillos de dientes. ¡Ya podía pasar!
A la entrada de la estación estaba mi hermano mayor.
Puse la maleta en sus manos y dije generosamente:
- Te la regalo.
Y me froté el bíceps derecho, que estaba completamente entumecido.
Mi hermano hizo gala de su habitual humor negro:
- ¿Y los pollos?
Descargado de la maleta monstruosa yo había recuperado la alegría de vivir:
- A esos les he dado las señas de casa y los he mandado volando.
En materia de pollos tenía un recuerdo agridulce. La única vez que me habían cazado en el fielato de la estación fue en vísperas de unas Navidades. Se trataba de cuatro pollos vivos y gordísimos alimentados con grano de la mejor calidad. Iban atados por las patas y colgaban cabeza abajo, como debe ser. Pero no parecían muy interesados en participar en las fiestas de Navidad y al llegar al fielato se pusieron a cacarear insistentemente pidiendo socorro. Si había alguna remota posibilidad de que pasaran inadvertidos, quedó anulada por aquella escandalosa petición de auxilio. Un funcionario me miró como si yo fuera un miembro de la mafia y me invitó a pasar por aquella mesa. Al parecer se trataba sólo de pagar un arancel por los pollos; de modo que la cosa no era tan grave, al fin y al cabo. Me acerqué a la mesa, contemplé a los empleados, absortos en su importante tarea fiscal, busqué con la mirada a uno que estuviera libre en aquel momento y como todos estaban abrumados de trabajo decidí generosamente proporcionarles todo el alivio que estuviera en mi mano y emprendí el camino hacia la puerta. Los pollos habían callado ya, perdida la esperanza de que nadie oyera sus gritos de auxilio en medio de aquella algarabía, y un hermoso sol de diciembre les dio la bienvenida a Madrid cuando en mi compañía salieron del recinto de la estación.

3 de marzo de 2007
Alejandro de Pablo

Friday, March 02, 2007

BELLEZA PARA TU ALMA

TRUCOS DE BELLEZA PARA TU ALMA
Para conseguir unos labios atractivos, dí palabras de ternura
Para conseguir unos ojos preciosos, busca lo que hay de bueno en la gente
Para conseguir una silueta esbelta, comparte tu comida con los que pasan hambre
Para tener un pelo bonito deja que un niño pase sus dedos por tu cabello una vez al dia
Para tener una buena pose, camina sabiendo que no caminas solo
La gente mucho más que las cosas, debe ser restaurada, revivida y reclamada; nunca deseches a nadie.
Recuerda: siempre que necesitas una mano que te ayude la encontrarás en el extremo de tu brazo.
Cuando vayas envejeciendo descubrirás que tienes dos manos; una para ayudarte a ti mismo y otra para ayudar a los demás.
La belleza de una persona no está en la ropa que lleve, la figura que tenga o en como se peine.
La belleza de una persona debe ser buscada en sus ojos, que son la puerta de acceso a su corazón, el lugar donde reside el amor.
La belleza de una persona no está en los rasgos de su cara, la verdadera belleza se refleja en su alma.
Está en el cuidado que da con amor, en la pasión que muestra.
La belleza de una persona aumenta con el paso de los años.
Que guapos debemos ser, a estas alturas de la vida! Pienso, y así piensa mi "filósofo" y amigo Veremundo con palabras.